No bastó mucho para que me dieras tanto, no bastó más que tus ojos, esos ojos que jamás ví tan llenos de mucho por contar, tan profundos y tan para siempre que me llevaron por esos segundos lejos a donde quería estar, esos ojos que mientras cruzábamos palabras, los míos y mi memoria los gravaban, los gravaban como si nunca más volviese a verlos, cuando deje de verlos, cerraba los míos y viajaba a ese instante, tantas veces como podía. Tus ojos iluminaron cada paso que diste, y yo te eguí con los míos, nos volvimos a encontrar y sentí que un mundo de mariposas habitaba en mi estomago. Supe que no volvería a verlos, así que accedí que era una fantasía que sólo unos momentos hizo parte de la realidad y que realmente en mi pansa todavía vuelan mariposas pero no por tus ojos.