jueves, 7 de enero de 2010

Manos hechas de HUMO

Casi al final de las dos botellas de vino, sin hablar, los jeans, los zapatos comienzan a estorbar, brindan y llevan las copas a sus labios, Juan le toma las manos, le quita la copa y mientras la besa con suavidad, la atrapa por la espalda y le suelta la copa, la besa con suavidad y la acaricia desde la boca hasta donde termina la espalda, tan suave como si sus manos estuvieran hechas de humo. En un algún momento Valeria intentó huir, pero sus caricias le eran tan suyas que se dejó llevar hasta estar acostados sobre la alfombra, con algo de calor que llegaba de la chimenea en la fría ciudad de Hannover.

La luna comenzó a caer, y el humo de sus manos aumento, pasó también por su boca por su cuello, acariciando su pelo, sin despegar la otra mano de la espalda, le estorbaba su ropa, y sin que ella pudiese darse cuenta, mientras él la acariciaba, desabotonaba uno a uno los botones de esa estorbosa blusa llena de monos y de adornos que al hacer el amor no nos más que obstaculos.

Con los dedos se desnudan y sienten como si sus cuerpos se llenaran de aire caliente que comenzara a flotar y a sentir una felicidad absulota.

Juan nunca más volvió a tocarla, ella tomo el tren directo a München y el debió seguir ahí, pero jura que algún día estar de nuevo rosando su espalda, recordando su olor y tomando otras dos copas de vino, de pronto en el pasillo de su departamento, o en el ascensor del hotel.