viernes, 10 de diciembre de 2010

Para la mujer del metro que lloraba

Me copo de rostros sin gestos a cada paso, corto, largo, adentro, afuera, con frío, con calor. Como si tuviese una máscara larga, con la sonrisa mal dibujada, los ojos convencidos de tristeza, de soldedad, y radiantes de amargura.

Me copé y me arté de ellos, durante varios meses busqué una salida a romperlas y en vez de eso, hacer aplaudir esas grandes pestanas de cada una de esas máscaras, hacer volar esas arrugas que hacen el tiempo, hacer ventear esas pestanas y que pareciecen luceros que pudieran irradiar todo menos la osucridad, la muerte, y todo aquello a lo que eso y más se parezca.

Decidí sonreir desde el alma, dándome cuenta que lo hacía, mirando hacia adentro eso que me hace sonreir: la nieve aunque hace frío, las fotos mentales, la sopa de tomate, los villancicos de navidad en mi casa, las carcajadas de papá, los detallitos de mi mami en las maletas, la sonrisa de mi pinche, las cosquillas que chacho me hace, cuando mi hermana ronca,abrir botellitas de vino.

Hoy contagié 4 sonrisas, y sé que esas se fueron multiplicando en el caminos. No se rompe mi cadena, te llega a ti también mujer. Nunca lograré saber por qué te secabas de esa manera tan afanosa tus lagrimas, queriendo esconder ese sentimiento del alma que se manifiesta en tu ojos, yo mientras, pensaba: Pero es qué no tenemos derecho a llorar? Que linda mujer, con esos ojitos azules, dónde éstes en esta ciudad, te mando bendiciones de Dios. No despegué mi mirada de ti hasta que perdí de vista el Metro, y sé que me sonreiste, aún cuadno no te ví. Lo sentí. A ti, y quién me lee.