jueves, 29 de abril de 2010

EL TIEMPO


Cuando se es niño, el tiempo no pasa por ahí, corta camino y aparece cuando la memoria se pierde, y el vagon de la vida está llegando a su última estación, cuando los problemas son la causa del mal humor, del engaño propio que queda al desnudo; cuando se planean los sueños en papel y se recuerdan cada 31 de diciembre,  entonces el tiempo aparece en el camino, se huye de el, de esa sombra, el cansancio agobia entonces de jugarle a escindírsele al tiempo, el alma se agota y se abruma, entonces los ojos del alma se abren y miran que el mundo también ha cambiado y ha envejecido, se sigue volviendo viejo, no por la edad, la edad son sólo números, sino por la influencia de una vida construida con espejismo; las fuerzas en las manos intentan desaparecer, llegan las arrugas tienen nombre propio, vejez, esas que no pueden mentir la vida y los años que llevan formándose,  sobre todo la vejez del alma; "mientras el alma y el corazón no envejezcan, las arrugas son sólo pasajeras" esas palabras me las dijo un abuelo del Cottolengo, me lo han dicho papás y hasta alguna vez irónicamente lo brindé como consejo; hay preguntas que duran años sin respuesta, el hombre se desgasta buscándolas y al encontrarlas se lleva la tristeza a sus espaldas porque no era lo que el quería encontrar, ineludiblemente, se busca lo que se quiere y no lo que se necesita, lo mismo le pasa a los amores inconclusos, sin encuentro de corazones certeros, aunque la lucha se vea grande por encontrarlos, algún día será y es satisfactoria. Hay  una angustia que se quiere convertir en esperanza y una mentira que se va dilatando mientras el tiempo sigilosamente espía detrás de la puerta de la vida de cada hombre, pasa por ahí,  tratando de tomar atajos, y cuando el hombre se percata que el tiempo está ahí, corre en busca de una salida, entonces es mejor creer que sé es niño y vivir sin temor al intangible tiempo.



Inspirado en Amelie, Película del 2001 dirigida por Jean-Pierre Jeunet